Desde hace más de cuatro décadas, D.C. se ha vuelto un hogar improbable para miles de salvadoreños
Washington D.C., la capital de EE.UU., es para El Salvador lo mismo que Texas y California para los mexicanos o Florida para los cubanos: un país en pequeña escala, una ciudad latina imaginada donde se recrean las tradiciones, conflictos y esperanzas de la tierra natal que quedó atrás.
Desde hace más de cuatro décadas, D.C. se ha vuelto un hogar improbable para miles de salvadoreños que huían de las guerras o las penurias de la nación más pequeña de Centroamérica.
Es la única área metropolitana del país donde los salvadoreños son mayoría entre los hispanos: representan, de hecho, más del 32% de la población latina allí, una cifra que no tiene comparación en ningún otro lugar de EE.UU.
De los más 1,3 millones de salvadoreños que viven en Estados Unidos (en el país latinoamericano son unos 6 millones), más de 200.000 viven en el área metropolitana de Washington, según datos del último censo (2020), aunque los expertos consultados por BBC Mundo creen que el número es realmente mayor.
Fue allí el primer lugar donde se asentó la población salvadoreña que comenzó a llegar a Washington y décadas después, la calle principal de este barrio sigue siendo el núcleo latino por excelencia de la capital de EE.UU.
De un lado a otro sobresalen los nombres de comercios en español: un mercado tiene sus estantes repletos de productos centroamericanos, uno de los restaurantes más concurridos cocina pupusas (una especie de tortilla de maíz rellena) y los vendedores ambulantes ofrecen desde frutos tropicales hasta ropa de marcas piratas, como en cualquier puesto callejero de Centroamérica.
En las calles, contrario a la solemnidad que se respira en otras partes de la capital, las aceras se llenan de salvadoreños que juegan mica, un juego tradicional, mientras en el principal parque del barrio, un grupo improvisado canta un jarocho mexicano que fue una fiebre en toda la región hace unas décadas: “Corre muchacho a la azotea, que la gallina, que la gallina cacaraquea”, se escucha.
“Yo soy del oriente de El Salvador y llegué aquí cuando la Guerra Civil (1979-1992). Aquí están mis hijos, mis nietos, todo… Y sin embargo, uno vive con el miedo de que lo puedan mandar para atrás en cualquier momento”, agrega.
Como Fernández, muchos de los salvadoreños que han dado forma al barrio viven con estatus de protección temporal (TPS), que les permite vivir legalmente en Estados Unidos pero corren el riesgo de que pueda ser revocado en cualquier momento.